20º Aniversario CERMI
Mesa redonda
CERMI, partida de nacimiento
14/03/2017
Blanca Abella - Imágenes: Jorge Villa
Hubo tensiones, incluso conflictos que presagiaban ruptura, pero sobre todo hubo una voluntad de convivir. El CERMI se creó hace 20 años gracias a la firme decisión de unas entidades que creyeron en la importancia de lograr una sola voz en la discapacidad, una unión que hiciera fuerza, una unidad que no significara uniformidad pero sí reivindicara unos intereses comunes. Aprendieron a confiar unos en otros, no fue fácil, hubo que renunciar a egocentrismos y cuotas de poder, pero se superaron las resistencias evidentes y triunfó un mensaje común y una estrategia cargada de propuestas hechas con rigor. El CERMI llegó para gestionar el caos, y así lo cuentan algunos de los protagonistas de esos tiempos, hace 20 años: Rafael de Lorenzo, María Teresa Lasala, Carmen Jáudenes, Paulino Azúa, Luis J. Cañón y Andrés Ramos.
Las primeras intervenciones de esta mesa de CERMI, algo nostálgica pero victoriosa y moderada por
José Manuel González Huesa, director general de Servimedia, se remontan a los años 80, más allá de la creación del
CERMI, a aquella época en la que ya se hablaba de esta entidad inexistente pero con nombre adjudicado. Era el año 1982 cuando algunas organizaciones se empezaron a reunir, “incluso hicimos un papelito timbrado en el que ponía CERMI y enviábamos algún escrito ya a Felipe González”, asegura
Paulino Azúa, quien participó en esos comienzos en nombre de Feaps, actual Plena Inclusión.
“Había un espíritu muy deseoso, con muchas ganas, nos reuníamos y se hablaba de la necesidad de estar agrupados para ser más fuertes”, apunta
Maite Lasala, quien representaba entonces a Aspace.
Esos primeros contactos sirvieron para conocerse mejor, pero el gran impulso llegó con la entrada a escena de Rafael de Lorenzo, según relata Paulino Azúa y confirman casi todos los participantes en esta mesa.
“Las cosas por nuestra parte empezaron a cambiar cuando creamos la
Fundación ONCE, fue el primer gesto de aproximación con las organizaciones, se inició un camino de acercamiento con las otras entidades”, explica
Rafael de Lorenzo, que actuaba en nombre de la ONCE. “Cuando asumí la vicepresidencia ejecutiva de la Fundación ONCE, planteé a la ONCE que teníamos que retomar aquel fenómeno del CERMI, del que se comenzó a hablar en los años 80. ¿Por qué no intentar revitalizarlo? Y en el 93 lo hicimos, fueron cuatro años de rodaje, porque en el 97 se constituyó”, recuerda De Lorenzo.
La difícil tarea de renunciar
Y el gran hacedor de esa unión explica que hubo dos grandes condiciones que favorecieron la creación del CERMI, por un lado el empuje decidido de la ONCE y, por el otro, el esfuerzo de todas las demás organizaciones. “Entonces se pensaba: esto es difícil, no hay una cultura de cercanía y de confianza, pero políticamente hay que hacerlo, no podemos seguir de esta manera. Políticamente fue un esfuerzo de la ONCE y de todas las demás, que fueron poniendo lo mejor de cada uno, un esfuerzo de muchas personas, de mucha gente que ya no está aquí. Es un éxito colectivo, trabajado a fuerza de mucha voluntad, de estar muy convencidos de que solo desde la unidad férrea podíamos avanzar y la realidad nos dio la razón”, asegura De Lorenzo.
Luis J. Cañón, quien participaba en nombre de la CNSE, también recuerda los primeros momentos y sus complicaciones evidentes: “La primera etapa no fue fácil, fue un parto complicado, al principio había
tensiones, una parte de las entidades estaba representada por las propias personas con discapacidad y había otra parte en la que dirigían las familias y hubo un poco de tensión, había una lucha, unas cuotas de poder dentro del CERMI y fue una etapa complicada, pero al final todos tuvimos que renunciar a nuestros principios, entre comillas, políticos, para facilitar, porque teníamos que conseguir que el CERMI se constituyera”. Gracias a ese esfuerzo, según Cañón, descubrieron la importancia de que el CERMI agrupara a los diferentes colectivos y defendiera los intereses generales, que al final benefician a todos. Y añade un recuerdo más de esa época, “en la propia CNSE hubo tensiones a nivel interno y es cierto que fue importante el papel de moderador de la ONCE, concretamente la figura de Rafael de Lorenzo, para conseguir aunar voluntades, intereses y esfuerzos, para conseguir esa unión del CERMI”.
Maite Lasala tiene un recuerdo especial de esos años, pero reconoce los problemas que debieron superar, “soy un poco romántica y evidentemente hubo tensiones pero también había sobre todo una voluntad férrea de crear el CERMI y una cosa tan importante nunca puede ser fácil, pero se respiraba solidaridad, se respiraba ganas de hacer y de salvar obstáculos”.
Por parte de Fiapas, Carmen Jáudenes recuerda las dificultades que entonces afrontaban, “en aquel momento generó tensiones y se dejaron algunas cosas en el camino, aunque siempre pensando que íbamos a algo mejor. De alguna manera, el lema del CERMI, la fuerza de la unidad, era algo que nos convencía, dentro de que unidad nunca significara uniformidad”. Y de nuevo se recuerda el papel que hizo De Lorenzo y su importante labor de mediación, “que supiera poner cordura y equidad en momentos de tensión”. Según Jáudenes, “si el
CERMI tiene algún valor frente a otras plataformas u organizaciones, es que ha sabido conciliar y poner en el mismo camino a las organizaciones de personas con discapacidad y a las organizaciones de familias, que de alguna manera estuvieron en el origen del movimiento asociativo de la discapacidad y sin ellas no podemos entender lo que es el CERMI”.
Andrés Ramos, quien trabajó mano a mano con Rafael de Lorenzo por encargo de la ONCE, recuerda que acababa de llegar a Madrid desde su tierra sevillana, era muy joven y todavía le impresiona el conflicto que presenció entre dos grandes entidades que ahora conforman el CERMI, “pero fue una etapa preciosa”, asegura. “Tuvimos que aprender a convivir y a confiar en nosotros, todas las organizaciones somos muy egocéntricas y nos queremos muchísimo y no queremos renunciar a nada”, y recuerda cómo esa etapa entre 1994 y 1997 sirvió para conocerse, para entenderse y para sumar, saber que era mucho más importante lo que sumaban.
“Nuestras organizaciones son caóticas, y no lo digo en el sentido peyorativo”, interviene Azúa. De ahí que la gestión del caos por parte del CERMI fue oportuna, necesaria, “y no es un caos fácil porque dentro de nuestras propias organizaciones también ha habido resistencias a la creación del CERMI, porque en el fondo lo que estás haciendo es ceder parcelas de autonomía para integrarte en un proyecto común y eso cuesta aceptarlo”.
Un plan de empleo de gran proyección
El gran problema que tenían entonces en todas las organizaciones de la discapacidad giraba en torno a la formación y el empleo, pero también en este aspecto cada una de ellas buscaba un camino, un objetivo muy ajustado a sus medidas. “Estábamos empezando y eran culturas muy diferentes, distintas preocupaciones e incluso distintas formas de analizar y diagnosticar el problema del empleo”, recuerda De Lorenzo. Abordar esta realidad parecía una operación realmente compleja, pero al final la solución fue sencilla, a juicio de Rafael de Lorenzo: “Si uno quiere A, pero otro quiere B y otro C, el CERMI lo que hizo fue pedir A, B y C, porque unos querían empleo protegido, otros ordinario, otros con apoyo… en definitiva todos queríamos mejorar el empleo”.
Así pues, con la integración de todas las posiciones se consiguió un acuerdo que se convirtió en uno de los documentos más importantes del mundo de la discapacidad. Y según relata De Lorenzo, “España fue el primer Estado miembro de la Unión Europea que llegó a un acuerdo con el sector de la discapacidad en torno al empleo y sirvió de referencia en la Cumbre de Luxemburgo en 1997, cuando se aprobó la primera política activa de la Unión para el empleo y se incluyó la discapacidad, y eso fue luego la percha de la que colgaron los fondos estructurales para discapacidad. El papel del CERMI fue importante, pero su influencia indirecta a través del Gobierno español en la política europea fue muy relevante”.
A pesar de que no había un clima de confianza, una cultura de trabajo en colaboración ni una estrategia en común, a pesar de todo eso lograron uno de los acuerdos más importantes que recuerdan y que luego ha tenido una proyección bárbara a lo largo de las dos siguientes décadas.
“El plan de empleo fue vital”, enfatiza Andrés Ramos, “porque nos dimos cuenta de que éramos muy potentes y fuimos aparcando todos esos egocentrismos, lo hicimos posible entre todos y creo que fue fundamental la relación personal que tuvimos, éramos personas con muchas cosas en común, alguna relación no fue fácil y hubo broncas, pero dimos todo lo mejor para que el movimiento CERMI avanzara”.
Por su parte, Luis J. Cañón recuerda que en esa época el Gobierno no era muy cercano o bien no conocía de cerca la discapacidad: “Creo que en esa época el Gobierno no entendió bien las propuestas y creían que las personas con discapacidad tenían que ir todas al empleo protegido”.
Un futuro de diálogo y reivindicación
“Me parece que el CERMI es la historia de un éxito y el éxito radica en que desde el comienzo, y sigue ahora, frente a la manifestación de las cosas que había que hacer o situaciones que había que corregir, siempre había un papel con una propuesta y eso se ha ido viendo desde las administraciones como un elemento positivo”, asegura Azúa.
Carmen Jáudenes corrobora esta opinión y añade que “si algo caracteriza al CERMI es el rigor en su quehacer y el tono dialogante, y hay veces que hay que hacerse visible de otra manera y eso es lo que hizo que saliéramos a la calle con SOS Discapacidad o con otras cuestiones, como el derecho al voto. Pero el trabajo de CERMI a nivel técnico y el carácter político con esa rigurosidad es una de las cosas que más se le reconocen, en concreto desde la Administración y los poderes políticos y es lo que hace que se le llame siempre para hacer aportaciones en relación con las personas con discapacidad”.
Sin embargo, el representante de la CNSE entiende que el CERMI vive una etapa de consolidación, de unidad interna y de posiciones comunes, “ahora tiene que salir más a la calle, tiene que conseguir que la sociedad empatice con la discapacidad”, expresa Luis J. Cañón. Y explica que no se pueden aceptar la cantidad de situaciones que las personas con discapacidad todavía deben afrontar, y relata momentos vividos por él mismo, asegurando: “la sociedad no es consciente de las necesidades de las personas con discapacidad y de los momentos de discriminación que vivimos, el CERMI tiene que conseguir que la sociedad empatice con la discapacidad”.
Paulino Azúa está de acuerdo con la reclamación de Luis J. Cañón, pero pide que no echemos esta carga solo sobre las espaldas del CERMI, y explica: “me parece fundamental la labor de las propias organizaciones, especialmente a nivel local, porque el CERMI es sobre todo un lobby político y se han alcanzado unas cotas que nunca pensábamos que podíamos alcanzar, unos avances bestiales (enumera a modo de ejemplo los más recientes, la ILP y la creación de comisiones de discapacidad en el Congreso y en el Senado) y las organizaciones tienen que demostrar en los barrios y en sus ámbitos de actuación que hay muchas cosas que mejorar, convencer a la gente de que las personas con discapacidad no solo tiene la misma dignidad que cualquiera que no la tenga, sino que sobre todo tiene los mismos derechos”. En definitiva, a su juico “el CERMI juega un papel fundamental, pero a pie de calle son las organizaciones las que se tienen que batir el cobre y hay que seguir manteniendo la militancia que se ha ejercido durante muchos años y que ha costado tanto esfuerzo”.
En un momento de valoración de triunfos, Rafael de Lorenzo entiende que “una de las cosas más relevantes es la transformación cultural que supuso la consolidación del CERMI y el ejemplo lo vemos en la Plataforma del Tercer Sector, que está siguiendo el mismo camino”. Y valora entonces lo que ha conseguido el CERMI, ese difícil trabajo de conocerse, tanto las personas como las organizaciones, de generar confianza y de lograr que la estrategia se basara en un mensaje común, con propuestas hechas con rigor. Todo esa tarea dotó al CERMI de credibilidad ante los interlocutores públicos y favoreció una unidad de acción, una voz común o única, “y ahí fue donde ganamos la batalla, el reconocimiento de interlocutor”, relata triunfante De Lorenzo, quien ha definido aquella época con palabras como cohesión, coherencia, pragmatismo, rigor... que en definitiva han sido las que han favorecido ese reconocimiento y por eso, explica, “ha habido tan pocas manifestaciones de fuerza pública, porque éramos conscientes de que ese tipo de maniobras hay que manejarlas con mucho cuidado, porque si no sale bien, el de enfrente pensará que “son cuatro gatos”, y la fuerza de presión ha de ser siempre muy estratégica”.
Andrés Ramos recuerda que en los años 90 había organizaciones que jamás habían negociado con un ministro, ni siquiera se habían reunido con alguno de ellos, y asegura que “sin el CERMI no hubiéramos llegado tan lejos, lo que hemos conseguido en 20 años ha sido mucho, se ha hecho un trabajo extraordinario y hemos llegado muy lejos”, aunque recalca que quedan muchas cosas por hacer, destacando especialmente el área judicial, “es tremendo el desconocimiento que tienen de los derechos de las personas con discapacidad”, y en segundo lugar el problema laboral, donde según sus propias palabras “las cifras son muy duras”.
El futuro lo marca la Convención de la ONU sobre Discapacidad según asegura Paulino Azúa cuando se trata de hablar de proyectos, “la Convención marca ese futuro, es suficientemente amplia como para indicar los retos que hay; estamos ahora en el momento de los derechos civiles, que no solo deben ser reconocidos y aprobados, también, que es más importante, aplicados”.
Y por supuesto, sigue siendo muy importante, como apunta Maite Lasala, “que se nos vea en la calle”, y cuenta que a ella le gusta ir con su hija a todas partes.
Para Carmen Jáudenes, una de las claves sigue siendo la inclusión educativa, “la convivencia hace que todo sea más natural y haya visibilidad”, asegura.
Por su parte, Luis J. Cañón apoya las exigencias de Azúa sobre las organizaciones y su labor necesaria para que la sociedad empatice con la discapacidad y explica que “hay que trabajar mucho y la principal barrera es la mental, si no la rompemos no serán suficientes las leyes ni todo lo que logremos, además, en España está muy avanzado el tema de la legislación, pero no se traduce en la realidad”. E insiste, finalmente, en el papel reivindicativo de las entidades y del CERMI, “es muy importante, debemos mantenerlo o reforzarlo”.
Andrés Ramos se despide con un agradecimiento especial al CERMI, que ha enriquecido a todas las entidades al compartir tanto conocimiento unas con otras, “gracias al CERMI hemos conocido otras realidades, otras discapacidades, nos ha enriquecido muchísimo”.
Mª Ángeles Figueredo, que también vivió desde
Fiapas esos días primeros de acercamiento y encuentro para conformar el CERMI, ha querido dejar unas palabras escritas sobre sus recuerdos. (
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